La leyenda de Selene e Ismeno
Por Rocío Ortega Torres y Lola Salina Selene, la luna, observaba la Tierra desde su posición en lo alto del cielo. Desde allí iluminaba con su pálida luz hasta el último rincón. Una noche, divisó en el claro de un bosque a un grupo de jóvenes en estado de ebriedad. Entre ellos había un muchacho que se destacaba por su larga cabellera negra atada con un cinto de cuero y unos poderosos ojos azules. Selene se enamoró perdidamente de él y de su nombre, Ismeno, que había sido enunciado por uno de sus compañeros. Al otro lado del bosque se encontraba un profundo río, el cual los jóvenes no habían advertido. La luna se desesperó, pues no quería que le ocurriera nada a su amado, sin embargo, éste no se encontraba en el mismo estado que sus compañeros y pudo alejarlos del peligro e incluso admirar la belleza del lugar, iluminado por la luz de Selene. Desde entonces, el muchacho cada noche regresaba al lugar y observaba la luna reflejada en el río. Selene estaba segura de que su amor era