Amor animal

Por Santiago Cruz

En la antigüedad vivió un gran rey llamado León. Él era alto con enormes ojos rojos y como buen rey era amado por su gente. Un día, vagando por su pueblo, caminó tanto, que al cabo de unas horas se dio cuenta de que se había extraviado en un frondoso bosque de pinos. Inmediatamente abrió su abanico gigante, que le había sido obsequiado por su padre antes de morir. Según la historia que su padre le contaba, ese objeto cuando se abría hacia que cosas extrañas pero felices sucedieran. Este era de un color azul brillante y con imágenes que parecían ojos de un color amarillento. Al hacerlo decenas y decenas de aves, gallos, gallinas y patos aparecieron de la nada frente a sus ojos. Al intentar pasar por el camino vio al final una especie que no había visto jamás. Era de un color crema, ojos color verde y con un cuello hermosamente largo. Cuando León descubrió semejante animal, no lo pensó ni un instante y decidió llevarlo al palacio en el cual viviría tan hermoso animal; pero rápidamente notó que al menos cien animales estaban entre ellos. Así que al llegar junto a ella intentó sostenerla lo mejor que podía para que no se escapara y cerró el abanico con todas sus fuerzas, también cerró sus ojos color fuego y al contar hasta tres, sonó un bello sonido como brisa de otoño y cuando los abrió todos aquello animales desaparecieron como por arte de magia, exceptuando la bella especie a la que llamo Pava, ya que así se llamaba su hermana que había sido asesinada brutalmente cuando era solo una niña de siete años. Luego de mucho tiempo encontraron el camino de vuelta a la morada del amado de ojos brillantes. Aunque él decidió ir a buscar a los grandes sabios para hablar de este gran problema. Cuando por fin llegó al lugar en el que se reunían los sabios, les preguntó:

- ¿Cómo puedo casarme con esta especie? - mostrándoles a Pava que permanecía dormida profundamente en sus brazos.

Pero uno de los ancianos le dijo:

- La Madre Tierra no permite que los animales cambien a una forma humana.

Por último, Luckapesz, el más anciano y sabio de los ocho, salió de entre las sombras y le comentó al muchacho que esa especie que tenía en sus brazos era una antigua ave que no se enamoraba ni de animales ni de personas sino que se enamoraba de los objetos más preciados de cada uno y que lo único que ese animal quería era volver a ver ese abanico que llevaba en el bolsillo. Al ver la furia del rey el sabio dijo:

- Aunque los animales no pueden convertirse en humanos, los humanos sí pueden hacerlo.

Asustado y sin saber qué decir, el rey salió corriendo y se encerró en su palacio. Durante semanas pensó qué hacer hasta que decidió transformarse, por el amor que sentía hacia Pava aceptó dejarlo todo por ella. Corriendo volvió al monasterio en que los sabios vivían; pero los sabios preguntaron:

- ¿A quién dejará el mando de todo el pueblo?

- Dejaré todo en manos de Ian, mi hermano menor, él estuvo aprendiendo de mí los últimos años, sabrá qué hacer.

Luego de un tiempo los ancianos aceptaron y Luckapesz dijo:

- Bien, rey, lo que usted mande. Empezaremos con el ritual hoy a medianoche en el bosque de pinos donde halló a Pava.

Así el amante hombre, feliz pero con miedo, preparó todo para la medianoche. Llegando la hora se dirigió hacia el bosque llevando su abanico con él. Cuando llegó, los ocho sabios los esperaban vestidos de rojo y verde. Entonces llamó al más anciano y le dijo en privado:

- Luckapesz, mi viejo amigo, te pido que en mi nuevo cuerpo adhieras el abanico ya que sin él lo más probable es que Pava se aleje de mí para siempre. - Luckapesz le dijo que con todo gusto lo haría. Al finalizar la charla con el más sabio, dio comienzo el ritual de transformación. Luces de todos colores salieron disparadas hacia el cielo formando un círculo que encerraba a León y a su preciado abanico. Cuando ya estaban en lo más alto comenzaron a aparecer imágenes de miles de animales y una señora, anciana y arrugada, de baja estatura, montada en lo que parecía un lobo gris y feliz. De ella salió una luz blanca que resplandeció en todo el bosque. Luego de esta luz en lugar del gran y amado rey había una especie totalmente parecida a Pava, pero con la diferencia de que este era de un color azul y en la retaguardia tenía un gran y hermoso abanico idéntico al del rey.

Aun ahora todo el pueblo se reúne los veinticuatro de diciembre para darle ofrendas al rey que los había ayudado tanto y dicen que si ven entre los arboles con mucho cuidado podrán ver el hermoso abanico del rey, al que los habitantes comenzaron a llamar Pavo.

Este texto surgió en clase, trabajando con mitos y leyendas, a partir del tema: "La leyenda del pavo real".

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