Es mejor morirse de calor

Mi mejor amiga entró en la habitación con un vaso de champagne en la mano y me lo ofreció.
Hacía mucho calor, así que tomé unos sorbos, cuidando de que no se me cayera sobre el vestido blanco que llevaba puesto.
Ya casi era la hora de salir.
Mi amiga se fue del cuarto, pero antes de cerrar la puerta me dijo:
-¿Sabes si queda más bebida? Porque nos la hemos terminado toda.
Luego cerró la puerta.
Unos minutos más tarde salí para hacer mi gran entrada.
Comencé a sentirme débil y somnolienta a causa de los nervios.
Caí de rodillas y escupí sangre en el camino hacia el altar. Me costaba respirar.
Pedí auxilio, pero nadie pudo venir a ayudarme.
Por Julieta Casadevall, Alanis Carreño Enis y Micaela Durán

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